Mundus apellatur caelum, terram mare et aeris
Hoy el olor de tu perfume ha vuelto a asaltar por
sorpresa mis entrañas, y eso a pesar de que nunca he sabido a qué huelen tus
suspiros.
El
recuerdo de la noche en la que te abrí mi corazón abraza de vez en cuando mis
sueños, procurando pasar desapercibido ante los guardianes de mi coraza, esos
que custodian a aquel que mantengo a buen recaudo en el sótano, donde nadie
puede alcanzarlo. Tus ojos anestesiaron mi conciencia en un descuido de la
razón, y los recuerdos que guardo de ti se han ido difuminando sobre un cielo nocturno
cubierto de lágrimas de estrellas.
Las miradas con las que nos desnudábamos se
perdieron con tu silencio. Cada palabra que me regalaste aquel día ha ido
callando lentamente, dejando mudas las caricias que parecía ofrecerme tu
sonrisa, manteniendo mi deseo por ti apagado. Ese beso que nunca me diste ha dejado
una marca indeleble en mis labios. La imagen de tus pupilas clavadas en las mías
de aquel momento, se mezcla con mis latidos en una canción entre triste y alegre
que unas veces embota mi mente y otras pellizca mi corazón. Incluso hasta estuve
a punto de olvidar tu nombre.
Nos
dejamos fluir y yo perdí el control en aquel instante en el que el tiempo se
detuvo mientras una pequeña parte de nosotros ardía alrededor de nuestros cuerpos
abrazados. Fue un simple preludio, pero me pareció algo mágico y nos costó
separarnos para volver a la realidad.
Luego tus
ojos trataron de ocultarse entre la nada, intentando dedicarme un hasta pronto,
aun cuando ambos sabíamos que ese mañana nunca llegaría. Puedes estar segura
que no mentí, y quiero creer que al menos tu mirada y nuestros abrazos tampoco
lo hicieron.
Han pasado demasiados días, pero todavía me
gusta sorprenderme al notar tu olor muy de vez en cuando, aunque ahora ya, casi
ni siquiera pueda reconocerlo.
Al fin he comprnedido que será difícil que vuelva a
susurrarle versos a tu corazón.