martes, diciembre 02, 2008

Como decia ayer....

Ayer comentaba en un post mi extraña forma de disfrutar de las cosas, de enrocarme en mis sentimientos y muchas veces en mi desasosiego. Es difícil explicar esto con palabras pero tal vez una anécdota pueda ayudarme a hacerlo.

Me tendría que remontar a mi época del instituto, cuando cursaba 3º de BUP y tenía 17 o 18 años. Salía con una chica un par de años menor que yo llamada Raquel. He de decir que por aquel entonces, yo era bastante resultón y levantaba algunas pasiones por el instituto…..aunque tampoco he entendido nunca la razón, y os juro que no es falsa modestia.

El caso es que nuestra relación tampoco marchaba demasiado bien y empezábamos a estar en declive cuando un día, sin saber exactamente como pasó (que es tal y como sucede siempre) vi por primera vez a Azucena. Azucena era una chica rubia, con unos ojos de color miel preciosos y una sonrisa encantadora que podía fundir los plomos de cualquiera sin esforzarse demasiado. Evidentemente, me enamoré de ella en ese mismo instante. Sólo había un pequeño problema: ella tenía novio (Txema) y yo todavía tenía pareja.

Azucena estaba en una clase en la misma planta que yo y a partir de aquel día, me dediqué a seguirla con la mirada de forma descarada desde que aparecía por el principio del pasillo hasta que se perdía al final por la escalera. Esto sucedía tres o cuatro veces cada día… Ella al principio ni se daba cuenta de mi existencia, pero poco a poco, comenzó también a dirigirme miradas de soslayo lo cual empezó a provocar esos nudos en mi estómago y esos temblores en todo mi cuerpo de los que hablaba en mi post de ayer.
Con el paso del tiempo, y pudieron ser semanas, ella también empezó a mirarme fija y descaradamente al pasar por delante mío e incluso a veces nos sonreíamos. Empecé a sentir ansiedad por que sonara el timbre marcando el final de las clases para poder salir el pasillo a verla. Aquella situación para mi era el no va más, los sentimientos que me provocaba eran incontrolables pero nunca le dirigí una sola palabra. Prefería seguir con aquel juego, era mucho mejor que intentar poseerla y perder toda la magia y las sensaciones que implicaba aquella situación. Quería acaparar toda aquella tensión dentro de mí y que no pasara nada que pudiera hacer que se redujera. En cierta forma estaba seguro que ella sentía algo por mí, pero dudaba que ser correspondido me hiciese más feliz que aquella situación. Puede que fuese una postura egoísta.

Siguió pasando el tiempo y cuando llegó el fin de curso, yo todavía salía con Raquel y ella seguía con Txema. Como cada año, se hizo una fiesta para celebrar el final de las clases en la sala de actos y yo fui con mis amigos Roberto y Agustín. Raquel no pudo venir porque tenía cita con el dentista.
Pasaron un par de horas y al cabo de un cierto tiempo, lo recuerdo como si hubiese pasado ayer, empezaron a pinchar canciones lentas (jamás he entendido porque ahora ya no se ponen) y cuando comenzó la canción de Mecano “Hijo de la Luna”, Azucena vino hacia donde estábamos nosotros y me preguntó si quería bailar. Aunque viviese mil vidas nunca aprenderé las suficientes palabras como para poder explicar lo que sentí en ese preciso instante……..porque desde que la vi a lo lejos, tuve la certeza de que venía a por mí.
Como no podía ser de otra manera, acepté inmediatamente y comenzamos a bailar abrazados acompasando nuestras respiraciones y los movimientos de nuestros cuerpos y sin intercambiar ni una sola palabra. Al cabo de tres o cuatro canciones durante las cuales fui la persona más feliz sobre la faz de la tierra, nos separamos un momento, nos besamos una única vez mirándonos a los ojos sonriendo y cada uno siguió por su lado. A pesar de que teníamos todos los números para que entre nosotros se iniciase una relación, desde aquel momento no nos volvimos a ver porque tanto ella como yo cambiamos de instituto y nuestras vidas se separaron.
Sin embargo, a pesar de los años, este es un recuerdo que guardo con especial cariño porque creo que refleja exactamente mi forma de ser y de sentir las cosas y sobre todo, me ayuda a entender mejor porqué motivo a veces, la gente actúa de una forma que nos puede parecer inexplicable desde fuera.
No penséis que esta es una historia aislada en mi vida, normalmente nunca he dado el primer paso y me he limitado a guardar mis sentimientos para mí, sacándolos de vez en cuando del sótano únicamente para provocar esas descargas de adrenalina en mi cuerpo. Para mi era suficiente. Puede que esto lo haya hecho siempre por egoísmo, aunque nunca lo había visto de este modo, pero prefiero pensar, como dice Virginio y como ya comenté ayer, que soy un romántico y que necesito la tragedia para sentirme vivo.

1 Comments:

Blogger Kyéia said...

Esta visión me recuerda mucho a Fanfan de Alexandre Jardin. Me imagino que lo habrás leído. Si no, te lo recomiendo, porque va de eso, de cómo mentener la llama de la pasión.

A la primera lectura, estoy 100% contigo. A mi también me ha pasado de varias maneras y no hay nada mejor que sentir este subidón, sentirte en una nube todo el día y tener ganas de que sea la hora de levantarse al día siguiente...

En frío (y después de un rollo de reunión) me pregunto si no es demasiado utopista. ¿Conoces a alguién a quién le haya funcionado? ¿No acabaría apagándose igualmente? Lo que evitas es pasar al acto. Es una buena solución si quieres que sólo quede la amistad pero me planteo 2 preguntas:
1/ ¿Si los 2 son concientes, no pierde fuerza e intensidad el juego?
2/ ¿No te arriesgas a que uno se enamore y lo pase mal? Quizás sí es algo egoísta en este sentido.

No es una crítica, más bien una reflexión que muchas veces me he hecho yo misma.

8:13 p. m.  

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